viernes, 20 de abril de 2012

Una ONG prepara a un grupo de personas con discapacidad intelectual para trabajar como creativos

 Yorokobu (19/04/2012)


Constantin nunca fue a la escuela. Nadie le llevó. ¿Por qué descubrir a un discapacitado físico y mental el mundo fascinante de la cultura? Total, si a este joven rumano (que, por cierto, aprendió español únicamente viendo televisión) nadie le pide su opinión. Nunca.

Esa situación se repite a menudo. Las personas con discapacidades rara vez son tenidas en cuenta. No es fácil encontrar un puesto de trabajo para ellas ni se toman sus ideas demasiado en serio en ambientes laborales.

Pero no todo el mundo lo ve así. Hay quien piensa que las personas con minusvalías psíquicas también pueden ser creativas e innovadoras.

Francisco Martínez-Ros conoce desde hace tiempo a muchas personas así. Su hermana es una de ellas. Un día, hace dos años, en una cena, saltó a la mesa el tema de la inserción laboral. “Algo se me rompió por dentro”, indica el coach. “Pensé: ¿A qué trabajos puede optar mi hermana? Estos individuos son discapacitados porque los demás asumimos que no son válidos”.

Pero si cambia el punto de mira, lo que se ve es muy distinto. “Podemos crear ambientes en los que esta discapacidad sea una ventaja”, dice Martínez-Ros. “Es cuestión de construir el ambiente adecuado”.

Dicho y hecho. Martínez comenzó a colaborar con Bona Gent, una ONG dedicada a “mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad intelectual y sus familias”, en Valencia. Habló con los padres y con los psicólogos. Les planteó que podían organizar sesiones de pensamiento creativo con los chicos para resolver retos de la vida real.

“Empezamos un poco a tientas. Era una búsqueda. No sabíamos exactamente qué íbamos a hacer y qué iba a resultar de ello. No encontramos referencias de ningún proyecto parecido”, comenta Martínez-Ros. Pero lo importante no era la meta. Era rodar.

“Organizamos una primera sesión con psicólogos y padres. Queríamos ver las diferencias reales que se producían en el trabajo de los dos grupos. El de las personas con discapacidades y las personas sin discapacidad”, especifica el coach.

Una de las conclusiones que sacó Martínez-Ros de la primera sesión con padres y la primera con chavales es que “las ideas que surgían eran igual de aburridas”. “En esta tesitura de generar ideas eran muy similares. Todos tenían muchos condicionantes en su educación y había que romper esas estructuras”.

Pero ahí estaba el coach con martillo y dinamita. Tenía que desterrar de sus cabezas las ideas preconcebidas y las respuestas previsibles. Entonces ¿qué pasó? “Lo que hay que hacer es que la persona que dirige la sesión genere un ambiente lleno de energía y que los ayude a estimular su creatividad”.

Cuando esto ocurre, el trabajo empieza a dar resultados. Y hay algo en lo que llevan ventaja al común de los mortales. “Estos chavales tienen un grado de empatía elevadísimo. Sitúan el bienestar de las personas por delante de los demás porque es lo que ellos quieren sentir”.

Uno de los retos en los que este grupo ha estado trabajando respondía a una petición real de un cliente del coach. Martínez planteó al grupo, formado actualmente por siete personas, que una línea de productos de viaje (maletas, bolsos…) con escenas turísticas impresas no se vendía bien. ¿Cómo podían hacerlos más atractivos?

La sesión acabó con dos propuestas interesantes. Una, ‘la maleta de los recuerdos’. En vez de que la bolsa llevara imágenes genéricas por fuera, el dueño del producto podría imprimir fotos de sus viajes en el interior. “Así, cada vez que alguien se fuera de viaje, podría recordar otras experiencias”, especifica.

Dos, ‘la maleta-bomba’. “Consistía en imprimir una bomba en el exterior. El resto de pasajeros, al verla, se daría cuenta de que no es real. Pero causaría sensación”.

Esta explosión de ideas funcionan muy bien para las fases iniciales. “Después, hay que trabajarlas”, dice Martínez. Pero la misión está cumplida. Son válidas. “Estas personas tienen verdaderos chispazos de creatividad. Los individuos convencionales reaccionan de una manera y estas personas tienen más chispas. Abren líneas de pensamiento distintas. Si quedaran ahí, no llegarían a nada. Pero después podemos trabajarlas para hacerlas viables y resultan realmente útiles”, explica Guzmán López, psicólogo y reciente fichaje de este proyecto.

Durante este tiempo los sábados por la mañana ha estado consagrado a espolvorear ideas. Los chavales, que tienen edades entre 20 y 30 años, estaban contentos. Los psicólogos también. Pero hubo un momento en que el grupo quería ver sus ideas materializadas.

“Ellos querían hacer algo más además de pensar”, comenta Guzmán López. “Se lo están tomando muy en serio”.

Y otra vez, del dicho al hecho. El próximo mes de mayo un grupo de ONG organizarán una feria en Valencia. “Este grupo tienen su propio stand. Han diseñado los productos (chapas, lienzos…) y se van a encargar de la caja y la promoción”, explica Martínez-Ros. “Los hemos llevado al campo emprendedor”.

El proyecto es experimental pero tiene un fin muy claro. “La idea que subyace detrás de todo esto es intentar vender este servicio para que se convierta en el empleo de estas personas y que tengan acceso a un salario”, asegura Martínez-Ros.
Página Web: http://www.yorokobu.es/discapacitadoscreativos/


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